By Michael Ashcraft
Sus compañeros le pusieron el arma de fuego en la mano. Anda, matalo — le dijeron.
Metido entre la mara Salvatrucha y la Dieciocho en un barrio donde hasta la policía temía entrar, Mario Ajcip y su mara habían defendido su territorio con éxito en la ciudad de Guatemala.
Cuando un rival se atrevió a hacer incursion, solo había pena de muerte. Esta vez le tocó a Mario ejecutarlo en un callejón sin salida.
Él nunca escatimaba darle una paliza a nadie, pero para matar le dio pausa. Él era uno de los líderes entre los aproximadamente 100 jóvenes que formaban la mara, así que empezó a hablar de dejarlo ir con una lección.
Había algo dentro de mí y no me explicaba por qué no podia hacerlo — dijo. — Ahora que soy Cristiano entiendo que las oraciones de mi madre y las personas que estaban orando por mí hicieron efecto.
Su descenso a las pandillas y la violencia lo tenían marcado para un desenlace trágico – hasta que Jesús irrumpió en su vida y cambió el rumbo.
Uno de ocho hermanos, Mario creció en un casa con suelo de tierra y con techo de láminas de metal, en un ambiente de alcohol y de drogas. Su papá padecía adicción.
Cuando una ola de pandilleros cayó a Guatemala de los Estados Unidos en 1980, Mario estaba presente cuando hicieron una reunión nocturna para enseñar a la juventud guatemalteca las costumbres de las maras.
Aprendió a pelear y a defender su honor. Con un hermano mayor y otro menor, dejarían a rivales inconcientes en la calle.
Entre este caos, su hermana mayor y su mamá se salvaron.
Por obra del Espíritu Santo, Mario pasó de alto la oportunidad de volverse todavía más malvado cuando se negó a matar al rival en su territorio.
Un día él visitó a un amigo pintor cuando hermanos de la iglesia Cristiana La Puerta visitaban. Aunque el pintor estaba ausente, el Pastor Alex Delgado se quedó platicando largamente con Mario.
Con su pelo largo y sin camisa, Mario solo quería despedir a los visitantes pero se quedó escuchándoles, cada vez más interesado. La palabra de Dios le empezó a impactar. Después de escuchar por una hora, aceptó a Cristo en su corazón.
Inmediatemente, asistió a la iglesia La Puerta en el barrio Colón de la zona 1, que antes se ubicaba cerca de su casa en la zona 1. Empezó a leer la biblia por su propia cuenta y se cortó el pelo largo.
No tardó mucho en integrarse a los voluntaries que ayudaban en el Liceo Bilingue La Puerta. Con un talento extraordinario para el arte, enseñó artes plásticas. Inscribió a sus hermanos menores en el colegio.
Con chispa para el rap y el baile tipo break, empezó a lucir estas habilidades para juntar multitudes en el parque central para luego predicar y testificarles. Hasta 150 gente rodeaba a los hermanos de la iglesia los domingos por la tarde.
También aprendió obras de teatro para evangelizar en algunos de los barrios más peligrosos, tales como El Gallito donde se enseñoreaban los capos traficantes al pasar los años Mario un jugadorazo del futbol juntaba a jóvenes para chamuscas, Después de jugar, Mario les compartía su fe. El colegio y la iglesia se trasladaron al barrio San Sebastián de la zona 1.
Hoy en día, hay jóvenes que han dejado la mala vida y han decidido seguir a Cristo.
Una vez que había dejado las malas costumbres, emprendió su pasión para el arte. Se inscribió y se graduó de la prestigiosa Escuela Nacional de Artes Plásticas. Alumnos de La Puerta exponen sus cuadros cada año en un evento ya reconocido por la Muni como evento cultural. Artistas de eminencia asisten.
Él mismo se asombra de la transformación que Cristo realizó en su vida. Practicamente no había solución para mi vida. A mi hermano, le habían pegado un balazo — dijo. — Pero hace 15 años, me hablaron de Cristo y acepté a Cristo en mi corazón. Hoy día puedo decir que soy alguien, no por lo que tengo sino porque Dios me da una razón por la cual creer en el futuro.
Doy la gloria a Dios por las oportunidades que Él me ha dado. He visto grandes cosas que Dios ha hecho en vida, no solo a mí sino a mi familia también. Dios quiere hacer cosas en las vidas de las personas que le dan la oportunidad.