By Michael Ashcraft
Sus compañeros le pusieron el arma de fuego en la mano. Anda, matalo — le dijeron.
Metido entre la mara Salvatrucha y la Dieciocho en un barrio donde hasta la policía temía entrar, Mario Ajcip y su mara habían defendido su territorio con éxito en la ciudad de Guatemala.
Cuando un rival se atrevió a hacer incursion, solo había pena de muerte. Esta vez le tocó a Mario ejecutarlo en un callejón sin salida.
Read more De la calle a la clase, un joven se levanta en Cristo
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